(Yahoo Noticias) Por Thomas Castroviejo Blog de noticias - Lloró cuando le cortaron el
pelo. Hasta entonces, estaba acostumbrada a dedicar cuatro horas y una botella
de champú semanales lavándolo. Pasaba una hora y media al día cepillándoselo.
Se trata de Natasha Moraes de Andrade, una joven brasileña de 12 años a la que
se le ha llamado con toda justicia una Rapunzel moderna gracias a su melena de
más de metro y medio. Sus padres nunca le habían cortado el pelo en su vida
hasta que hace poco ella decidió venderlo y redecorar su cuarto con los 4.300
euros que ganó.
Cortarse el pelo no es una
decisión cualquiera para Natasha: estaba prescindiendo de la característica que
más le ha definido durante toda su vida (ella solo mide un par de centímetros
más que su melena). Pero todo apunta a que el cambio será positivo. Hasta ahora
tenía que recogerse el pelo con las manos para andar y, para sentarse, tenía
que doblarlo varias veces y ponérselo sobre el regazo. En casa, sus padres no
podían poner un ventilador ni en lo más caluroso del verano carioca, porque su
pelo se enganchaba con las aspas. Vive cerca de la playa, pero no podía bañarse
en el mar porque luego tardaba horas en quitarse la sal y la arena del pelo. En
la puerta de su casa siempre había niños gritando: "¡Rapunzel, Rapunzel,
deja tu pelo caer!".
"No puede practicar
deportes por culpa del pelo. La profesora de gimnasia me dijo que tenía que
cortarlo ya para que tenga la misma libertad que el resto de las niñas de su
edad. La gente la mira por la calle, y a veces nos paran para pedirnos que le
dejemos tocarlo. Hasta ahora le he dejado tenerlo así de largo, pero ha llegado
el momento de cortarlo", según su madre, Moreas de Andrade.
Pero lo que realmente la
empujó a la peluquería fue su dormitorio, un cuarto sin ventanas dentro de una
casa vieja en uno de los barrios más pobres de Río de Janeiro. "Quería
vender mi pelo a fabricantes de extensiones y reformar mi cuarto", dijo
Natasha. "Me encanta el pelo largo pero es un jaleo estar cuidándolo y,
además, no puedo hacer gimnasia en el colegio".
Cuando se sentó en la silla y
vio cómo la melena empezaba a desaparecer, lloró. "Me daba miedo que no me
dejaran bien y también tenía miedo de no reunir dinero suficiente. Pero me
gusta el cambio", ha dicho, días después. "Estoy aprendido a montar
en bici y puedo ir a la playa tranquilamente, cosas que no podía hacer antes. Y
puedo salir a la calle sin miedo a que me tiren del pelo, o me lo corte alguien
por la espalda. Es una nueva vida".
Fuente: Huffington Post